La Ruta de la Seda fue un entramado de rutas inicialmente militares y más tarde comerciales caravaneras que unía los imperios chino y romano, desde Xian hasta los puertos de Tiro, Antioquía y Constantinopla en la cuenca mediterránea.
Sobre finales del siglo II a C el imperio chino se encontraba asediado por tribus belicosas que basaban su peligrosidad en las excelentes cabalgaduras, caballos de las estepas del Valle de Fergana (hoy Uzbekistan) más veloces y fuertes que los de las tropas chinas.
Tras infructuosas tentativas diplomáticas, que le sirvieron para informarse sobre los reinos occidentales, el emperador chino lanzó una ofensiva militar exitosa que le dio acceso a los preciados caballos y a la expansión de sus dominios, llegando a tener contacto en el año 110 a C con Mitríadates, el astuto rey de Comagene, y a hacerle conocer la seda ( ver Lugares: Nemrud Dagi).
Cinco décadas más tarde el emperador romano en su campaña para conquistar a los partos llega a estas tierras y se asombra con este suave y desconocido tejido.
Pocos años después era la tela con que confeccionaba sus prendas la élite imperial romana generando una desenfrenada demanda. Nace la Ruta de la Seda.
Pocos años después era la tela con que confeccionaba sus prendas la élite imperial romana generando una desenfrenada demanda. Nace la Ruta de la Seda.
Uno de sus trazados que evitaba tramos por mar tocaba la ciudad de Ani en la actual frontera turcoarmenia que llegó a contar con un puente que cruzaba la garganta del río Arpaçay. Esta obra facilitaba el paso de las caravanas y convirtió a Ani en una alternativa ventajosa.
Ani es una antigua ciudad medieval emplazada en una estratégica situación, naturalmente protegida por ríos y barrancos, en la provincia turca de Kars.
Desde el siglo V d C hay referencias históricas sobre su existencia. Alrededor del año 1000 d C, bajo la dinastía bagrátida pasó a ser la capital del Reino de Armenia. Alcanza entonces su máximo esplendor con una población que superaba holgadamente los 100.000 habitantes rivalizando en importancia con las ya por entonces relevantes Constantinopla, Bagdad y El Cairo. La sucesión dinástica la dotó de una muralla doble reforzada con torres redondas
y rectangulares
y la ornamentó con numerosos edificios y monumentos. Se la conocía como la "Ciudad de las 40 Puertas" o "Ciudad de las 1001 Iglesias".
Esta magnificiencia y prosperidad no era bien vista en Constantinopla y el Imperio Bizantino comenzó a perfilarse como enemigo. Un rebuscado ardid de relacionarse parentalmente con la familia imperial bizantina terminó con resultados opuestos a los buscados. Tras varios ataques repelidos Ani se rindió a los bizantinos en 1045.
Un par de décadas más tarde la conquistan los turcos selyúcidas y medio siglo después cae en manos de los georgianos.
Su suerte se sella en 1239 cuando es saqueada por las hordas mongolas y su población masacrada. Lo que sobrevivió en vidas y edificios padeció un devastador terremoto en 1319.
Su suerte se sella en 1239 cuando es saqueada por las hordas mongolas y su población masacrada. Lo que sobrevivió en vidas y edificios padeció un devastador terremoto en 1319.
Mi visita fue hace ya tiempo, en 2001, y por entonces todavía como resabio de la tensión que por décadas provocó la frontera con la URSS y la recidivante rememorización del holocausto armenio a manos de los turcos, tuve que tramitar un salvoconducto en Kars y pasar un par de controles militares.
Accedí a la ciudad por
la Alp Arslan Kapisi, o Puerta del León, decorada con bajorrelieves. Se abrió desde ese lugar un amplio panorama, en ese momento otoñal y tapizado con unas gramíneas de extrañas formas que hacían resaltar las oscuras ruinas esparcidas.
Tomé el sendero hacia el oeste atravesando las ruinas de la ciudad baja, visitando la primera de las tres Iglesias de San Gregorio, llamada de Gagik,
pésimamete conservada
y el Sultan Sarayi,
palacio selyúcida, en restauración.
Ambos emplazados junto al Barranco de los Jardines, una de las defensas naturales de Ani, en cuyo flanco se divisa una importante cantidad de cuevas
que fueron habitadas por una población troglodítica mucho tiempo antes de la fundación de la ciudad.
Me encaminé hacia el centro del complejo para encontrar las ruinas de la Iglesia de los Santos Apóstoles
dotada de una cúpula con nervaduras y un sector anexo que ofició de caravasar
donde repostaban animales y caravaneros.
Muy cerca de allí sobre el barranco se yergue la Iglesia de San Gregorio de Abughamrentz, un pequeño santuario del siglo X de planta dodecagonal, destinado a capilla fúnebre de una familia patricia.
Constituye un típico ejemplo de arquitectura armenia, con cúpula rematada por un cono cubriendo un elevado tambor, decorado a base de molduras con pequeñas arquerías en las que se abren estrechas ventanas.
En sus inmediaciones me detuve ante unas discretas ruinas que parecían desentonar con el conjunto
y no era para menos, se trataba de las de un Templo del Fuego zoroástrico del siglo I d C. El zoroastrismo era la religión de la Armenia precristiana.
Seguí hacia el sur hasta la Menüçer Camii, una singular mezquita edificada en 1072 por el primer gobernador turco.
En ese punto tuve que desistir de avanzar más ya que un cartel advertía que comenzaba la zona militar que incluye la Ciudadela (Iç Kale) y la más austral y lejana de las iglesias, la Kizkalesi.
Pude sí acercarme al barranco del Arpaçay para admirar los restos en ambas orillas de las cabeceras del puente de la Ruta de la Seda.
Inicié el regreso en dirección a la muralla oriental.
En ese tramo se yergue un importante monumento armenio, la Catedral, el mejor conservado de Ani.
Fue edificado en el año 1000 y transformado en mezquita en 1064 con el nombre de Fetiye Camii y posteriormente restaurado a su función inicial por los georgianos.
Presenta una planta de cruz inscrita en un rectángulo, y el crucero estaba rematado por una cúpula hoy derruida.
El exterior aparece adornado por arquerías ciegas separadas por elegantes molduras.
Me acerqué después a la Iglesia del Redentor. El edificio está llamativamente partido al medio como consecuencia del terremoto de 1319. Posee una cúpula que se apoya sobre un alto tambor sostenido por ocho pechinas.
Al rodearlo se puede apreciar todavía restos de pinturas murales del siglo XII en lo que fueron sus paredes interiores.
Muy cerca y frente a la Dere Kapisi, una de las cuarenta puertas de la muralla, surge la Iglesia de San Gregorio de Tigran Honentz.
Esta gran basílica es de planta de cruz inscrita y con cúpula en el crucero.
Luce en sus muros ahora expuestos espléndidas decoraciones
tanto esculpidas como pintadas
y en su interior se representan escenas del Nuevo Testamento
y de la vida de San Gregorio.
Seguí el borde del barranco del Arpaçay, el curso de agua que delimita al sureste el extenso promontorio rocoso donde se asienta Ani y marca la frontera con Armenia, hasta quedar absorto ante la vista del Convento de las Vírgenes.
Este santuario fue erigido en el siglo XIII con planta hexagonal y recubierto por una cúpula.
Desde la altura el convento queda enmarcado por los restos del puente que hizo de Ani un hito en la legendaria Ruta de la Seda.
Hoy, tras siete siglos de abandono, Ani es una ciudad muerta.
Es la impresión que tuve al verla desde extramuros y que se fortaleció tras deambular por horas en absoluta soledad entre sus ruinas.