miércoles, 24 de junio de 2015

Lugares en la Ruta de la Seda: Samarcanda, el legado de Tamerlán



Dos viajes que realicé, uno a Mongolia en el año 2006 y otro a Asia Central en 2009, se ensamblaron por variadas interrelaciones históricas.
Haber convivido con nómadas mongoles me enseñó sus características como pueblo. Ostentan la tenacidad y resistencia de sus ancestros, pero se han alejado de la avidez y la intolerancia de los khanes que encabezaron sangrientas campañas conquistadoras por siglos.

Sin duda Gengis Khan (1162-1227)

es el personaje que indefectiblemente
viene al pensamiento. Fue un guerrero y
conquistador mongol que unificó las
tribus nómadas de esta etnia del norte de
Asia, fundando el primer Imperio mongol,
el bloque territorial conquistado más
extenso de la Historia.
Bajo su liderazgo como Gran Khan, los
mongoles comenzaron una oleada de
conquistas que extendió su dominio a un
vasto territorio, desde Europa Oriental
hasta el océano Pacífico, y desde Siberia
hasta Mesopotamia, la India e Indochina.
Sus éxitos se basaron en una elaborada estructura militar, jinetes avezados en tiro parto (con arco y flecha al galope), montados sobre veloces y resistentes caballos descendientes de los tarpanes, una red de postas (yans) para comunicaciones, refresco de cabalgaduras y aprovisionamiento de vituallas (yogur y kumis, leche de yegua fermentada).
Sumó a esto estrategias como informarse enviando mercaderes espías al territorio a invadir, mantener secreto sobre la propia tropa y sembrar de terror sus razias.
Supo, dentro de tanta destrucción, aprender de sus enemigos y secuestró a todo aquel que pudiera con sus habilidades y conocimientos aportar a su causa, en especial ingenieros chinos que lo asesoraron en el uso de la pólvora y el fuego griego (una mezcla con pólvora cuya llama no podía extinguirse con agua) y en la construcción de catapultas con las que arrojaba tras las murallas de las ciudades enemigas cadáveres con peste bubónica, en el primer antecedente de guerra biológica.

Samarcanda fue saqueada y su población masacrada por las hordas de Gengis Khan en 1220.



Un siglo y medio después dentro de un contexto similar de conquistas salvajes encontró Samarcanda su renacimiento y esplendor en lo que se conoce como período timúrida.

Timur o Tamerlán (del persa Timur-i lang, "Timur el Cojo"), fue un líder militar y político turco-mongol, el último de  los grandes conquistadores nómadas de Asia Central. Se le da por nacido en Kesh, actual Shahrisabz, a 90 km a sur de Samarcanda en 1336. Murió en Otrar en 1405, en camino a la China de los Ming, la que tenía intención de conquistar.



Tamerlán no pertencía a la familia de los descendientes del Gran Khan y la tradición del imperio mongol exigía que sólo los que lo fueran pudieran llevar el título de khan. Por lo tanto, Tamerlán nunca asumió título real y, a pesar de su enorme poder y la naturaleza autocrática de su ejercicio, respetó escrupulosamente esta restricción, usando simplemente el título de amīr (comandante). Para reforzar su posición, adoptó siempre la pose de un leal sostenedor de la línea gengísida, nombrando khanes títeres y gobernando en su nombre.
Dos facetas contrapuestas de su personalidad dan
marco a su paso por la historia.
Por un lado su amor por las artes, su afán por organizar su ejército conciliando a los que iba sumando, de cultura persa, con los nómadas mongoles y a pesar de ser un devoto islamista procuró cumplir con la yasaq (ley) de Gengis Khan que respetaba la religión que cada uno tuviera y permitió a los que aceptaron su dominio que conservaran sus costumbres y líderes. Dió muestras de ser un buen estadista y puso en marcha una administración eficaz para controlar los precios, fomentó los oficios artesanales, mejoró las vías de comunicación y transportes y creó cuerpos de vigilancia para proteger las caravanas y los viajeros.
Por otro lado se caracterizó por su crueldad y tolerancia cero con quienes se le opusieran. En 1379 comenzó su carrera sangrienta. En Herat, actual Afganistán, cuya población se rebeló, mandó construir ante las murallas dos pirámides con las cabezas de sus habitantes. Carnicerías semejantes se sucedieron en Irán, Georgia, Angora (Ankara), Bagdad y Delhi.
.
Con este bagaje en la mochila me acerqué a Samarcanda haciéndolo por Shahrisabz, ciudad natal de Tamerlán, ambas en el sudeste de la exrepública soviética de Uzbekistán.


Shahrisabz quiere decir Ciudad Verde y el significado me pareció acertado después de atravesar 700 kilómetros del desierto de Kyzyl Kum. Es una de las ciudades más antiguas de Asia Central fundada hace más de 2700 años.
Una imponente estatua de Tamerlán domina su centro.

















En las escaleras que llevan al monumento se
toman fotografías las parejas tras la
ceremonia de casamiento.





A espaldas del hijo predilecto de Shahrisabz se encuentra el Ak-Saray (Palacio Blanco) que fuera su
palacio de verano y tal vez su obra de mayor envergadura y cuya ejecución demoró 25 años.
Perduran los laterales que por suerte no fueron restaurados por la compulsión soviética de recuperar los aspectos originales con irritante preciosismo
























pero lamentablemente sólo quedan trazas del grandioso pishtak o arco de entrada de 65 metros de altura que los unía. Se alcanza a leer en una de la paredes una frase muy timúrida: "Si piensas desafiar nuestro poder mira antes nuestros edificios".
Por una angosta escalera caracol
trepé hasta los techos del palacio.





Desde allí se tenía una vista detallada del anclaje del pishtak






























y otra panorámica de la plaza circundante.








 








Aproveché para ver dónde se concentraba un
grupo que celebraba un casamiento y me encaminé con descaro a
participar.





Un buen rato habrán estado pensando los novios sobre quién habrá sido el personaje escasamente
uzbeco que brindó con ellos.


Otro buen rato pensé yo
en los insondables
ingredientes del canapé
que me llevé a la boca
haciendo aún más confusa
mi frase con deseos de
felicidad a la pareja.












Caminé unas cuadras hacia el sur para encontrarme con la mezquita de Kok Gumbaz, la Mezquita de los Viernes, construida por Ulugbek, nieto de Tamerlán,
























detrás de la cual están la Casa de Meditación, lugar de enterramiento de los antepasados de Tamerlán, el mausoleo de su tutor espiritual y otro de los descendientes de Ulugbek.

Frente a la mezquita y a corta distancia
se erige un gigantesco mausoleo, el 
Jazrati Imam,











del que apenas queda la 

Tumba de Jehangir, el hijo mayor de Tamerlán fallecido a temprana
edad. Este hecho se relaciona con
uno de los comportamientos sorprendentes de Tamerlán. Una noche de 1375 en plena campaña militar en Mongolia soñó que  Jehangir se estaba muriendo. Abandonó la operación y emprendió el regreso para prepararle unos suntuosos funerales. Su sueño se confirmó.
                                                                   
Detrás, unas escaleras conducen a una sencilla cripta 


 






que se supone iba a recibir los restos de Tamerlán, enterrado finalmente sin sencillez en
Samarcanda por motivos que contaré unas líneas más adelante.
























Abandoné Shahrisabz con rumbo norte. La ruta ascendió hasta llegar a los 1800 metros en el paso de Tahtakaraca.

Estábamos a finales de la primavera
y el paso no presentaba difilcultades
pero en invierno la nieve lo hace
intransitable.
Tamerlán fallece en febrero de 1405,
en el invierno boreal, en su intento de invasión a China a los 70 años.
Sus tropas, conociendo su deseo de ser sepultado en la cripta de Shahrisabz, emprenden el duro camino. Al acercarse a este paso las nevadas los obligan a desistir
en Samarcanda, la ciudad a la que había enriquecido cultural y
artísticamente.










El paso marca la entrada a la provincia de Samarcanda y la ruta comienza un descenso recorriendo
paisajes bucólicos


























hasta llegar por fin a destino, la joya de la Ruta de la Seda, poco antes de que cayera el sol.
La UNESCO declaró a esta ciudad de 2700 años de antigüedad como Patrimonio de la Humanidad en el año 2001, y fue inscrita como Samarcanda- Encrucijada de culturas.

Al comienzo del siglo VIII Samarcanda fue sometida a control árabe. Bajo el poder de los abbásidas se obtiene el secreto de la fabricación de papel a partir de la confesión de dos prisioneros chinos capturados en la batalla de Talas en el año 751, la que frenó la expansión de China y permitió la del islam en Asia Central. Esto dio lugar a la primera fábrica de papel en el mundo islámico que se fundó en Samarcanda. La invención luego se extendió al resto del mundo islámico, y de ahí a Europa.
 
Tras alojarnos no dudamos en salir a conocer la noche de Samarcanda sin averiguar siquiera si implicaba algún riesgo. Quique Ollivier, mi incondicional compañero de aventuras, siempre me apoya sin objeciones.

Abandonamos el hotel y guiados por el GPS llegamos al barrio antiguo, un amasijo de callejuelas que terminaron conduciéndonos hasta el Mausoleo de Gur-e-Amir que alberga la tumba de Tamerlán.
Era noche de luna llena y tuvimos que esperar un par de horas para que se diera la fotografía que estaba buscando.
























De regreso a nuestro céntrico Hotel President visitamos la plazoleta con la imponente estatua de Tamerlán. Es la única en la que lo vi sentado, sin perder por ello la imagen de poder y dominio.
























Al otro día salimos a recorrer y enfilamos hacia lo que habíamos visto la noche anterior.
                                                            

La estatua de Tamerlán lucía mejor
anoche, iluminada. Más adelante enfrentamos
el mausoleo de Rujabad, de 1380,
el monumento más antiguo de
Samarcanda. Se dice que contiene
un mechón de pelo del profeta Mahoma.






No muy lejos se erige el mausoleo de Gur-E-Amir ("Tumba del Rey"). La sensación al verlo difirió de la causada la noche anterior bajo la luna llena e iluminado.


Aquel halo de misterio fue suplido por la profusión de detalles arquitectónicos y decorativos al sol.
Este mausoleo marcó un hito en la arquitectura funeraria de estilo persa y se considera el antecesor de los monumentos mongoles más importantes como el Taj Mahal en Agra o la Tumba de Humayun en Delhi construidos por la dinastía de los emperadores indios descendientes de Tamerlán.

Tras atravesar el pishtak se ingresa en el iwan, un espacio amplio cerrado en tres de sus lados, desde donde se aprecia la única y gran cúpula azul. Con sus 15 metros de diámetro y más de 12 de altura y los profundos ribetes verticales sorprende por su expresividad.



























Hay artesanos restaurando en varios
sectores.










Como ya vimos Tamerlán había mandado construir para sí la cripta de Shahrisabz. Este mausoleo lo hizo erigir en 1404 para su nieto y heredero Muhammad Sultan fallecido ese año sin llegar pués a sucerderle.
En 1405 muere Tamerlán y ya comenté las complicaciones que llevaron a decidir darle sepultura en Gur-E-Amir.
Por decisión de Ulugbek, su nieto astrónomo, pasó a ser la cripta de la dinastía timúrida.

Bajo la cúpula octaédrica ricamente
decorada


                                                   

al igual que las paredes que la enmarcan yacen los sarcófagos,
todos originales.



Además del de Tamerlán tallado en jade oscuro, están los de sus nietos Ulugbek y Muhammad Sultan, y los de sus hijos Shah
Rukh y Miran Shah y el de Said Baraka, uno de sus maestros espirituales.


En 1740 el emperador persa Nadir Shah, admirador de las conquistas y crueldades de Tamerlán


robó su sarcófago y lo levó a Persia donde el bloque de jade se partió en dos, lo que se consideró de malísimo augurio y fue devuelto a Samarcanda. La rotura es evidente.
El 21 de junio de 1941 el antropólogo soviético Mijail Gerasimov exhumó su cuerpo, reconstruyó su rostro y confirmó que era cojo y singularmente alto y fornido para su tiempo (1,72 m de altura). Encontró además una inscripción en la tumba de Tamerlán que desestimó: sentenciaba que el pueblo al que perteneciera quien profanare su tumba sufriría una invasión por un enemigo más terriible que él. Al otro día Hitler invadió la Unión Soviética en la Operación Barbarroja que abrió el Frente Oriental que se convirtió en el teatro de operaciones más grande de la Segunda Guerra, escenario de las batallas más brutales del conflicto en Europa.

A unos centenares de metros al norte se encuentra el Registán, el conjunto de monumentos más emblemático de Samarcanda e, incluso, de Uzbekistán. Registán resuena glorioso pero en tayiko, el idioma más hablado en el país, significa simplemente "lugar arenoso". Fue el principal centro comercial en el esplendor de la Ruta de la Seda y lugar de ejecuciones sin miramiento.


Es una amplia plaza enmarcada por tres impresionantes madrasas o escuelas coránicas del más puro estilo timúrida, caracterizado por sus fachadas de coloridos azulejos, cúpulas azuladas y el pishtak,
el arco sobre la puerta principal de acceso a los recintos, entre dos minaretes.
                                                            














Todo está excesivamente restaurado.
Además de ser el lugar visitado por la totalidad de los viajeros de otros países es destino para los uzbecos.

Las tres escuelas coránicas se encuentran entre las madrasas que se conservan más antiguas de la región, ya que las anteriores fueron arrasadas por Gengis Khan.

La más antigua es la Madrasa Ulugbek (la de la izquierda) finalizada en 1420 bajo el gobierno del



Sultán Astrónomo Ulugbek, nieto de Tamerlán, quien pudo enseñar en sus recintos matemáticas, astronomía y filosofía.
                                       

En su interior frente a las salas de lectura impacta un conjunto escultórico que representa
al astrónomo y sus discípulos.











Frente a ésta se erige la Madrasa Sher Dor, la Madrasa del León, una imitación de la de Ulugbek pero finalizada más de dos siglos después.




La decoración de su frente la hace única.

Un par de leones (o tigres, no queda 
en claro) dorados atacando a un par de gamos  con un sol estilizado con rostro humano sobre cada lomo.
Esta imagen sorprendentemente
desafía la estricta prohibición del islam de representar seres vivos.








Entre las dos madrasas está situada la Madrasa Tilla-Kari o Dorada, la más grande y mejor decorada.

Aunque luce magníficamente la cúpula azul es un añadido caprichoso de la época soviética.

 

En su interior hay un gran 
patio ajardinado.



No sólo desempeñó la función de residencia de escolares sino que fue la gran mezquita. Situada en la cara occidental del patio su interior está ricamente decorado con azulejos dorados y añil.
Tilla-Kari quiere decir "cubierta de oro".


























Abandoné el Registán y con rumbo
noreste atravesé la Judería para
encontrarme ya en el límite del Barrio 
Antiguo con la Mezquita Bibi-Janym.
































Salvo sus cimientos todo lo que se ve es una reconstrucción fiel de la original tras haber sido destruida por el terremoto de 1897, después de varios derrumbes anteriores. Esta endeblez estructural da credibilidad a la leyenda que dice que Bibi-Janym, la esposa china de Tamerlán, mandó a construir la mezquita como una sorpresa al emperador al regreso de una de sus campañas. Esto requirió acelerar los trabajos en detrimento de la calidad de la obra. Se sumó un factor más, el arquitecto se enamoró de Bibi-Janym y se negó a finalizar la construcción si no le daba un beso. Apremiada por los tiempos ella aceptó pero no llegó a terminarse y las distracciones arquitectónicas afectaron lo hecho. Al regresar Tamerlán se enteró, mandó ejecutar al arquitecto y encerró de por vida a su esposa.
La mezquita se concluyó pocos años después de la muerte de Tamerlán y fue una de las más grandes de la época con su cúpula principal de más de cuarenta metros de altura.
                                                        


En su patio interior hay un enorme
Corán de Mármol abierto por una
de sus páginas.










Ya en el Barrio Antiguo visité la necrópolis de Shah-I-Zinda o Avenida de los Mausoleos.
























Efectivamente es una avenida peatonal bordeada por una serie de tumbas de miembros de las familias




de Tamerlán y Ulugbek,
bellamente decoradas con azulejos multicolores en los
que predominan los
diferentes tonos de azul.


Lamentablemente en 2005 se llevó a cabo una intensiva restauración que hizo desaparecer la magia
del desgaste de cinco siglos de vicisitudes.




Tal vez por ello se considera como la más bella la tumba de Shadi Mulk Aga, hermana de Tamerlán,








que data de 1372, que, afortunadamente, ha sido menos restaurada.



Shah-I-Zinda significa "Tumba del Rey León" y se refiere al principal mausoleo del complejo, casi
con certeza la tumba de Qusam ibn- Abbas, primo de Mahoma y portador del islam a Asia Central en el siglo VII, alrededor de la misma decidieron enterrarse los nobles en el siglo XIV.



























Después nos alejamos a almorzar en un popular restorán uzbeco.
                                                             

Los platos fueron manti, una masa
rellena de carne de cordero picada
picante cocida al vapor










y plov, un preparado tradicional de arroz muy
condimentado, hortalizas ralladas y trozos de
carne.

Todo acompañado de té aunque estaba como
para apartarse de la costumbre local y hacerlo
con cerveza helada.






Cruzamos el centro de la ciudad para llegar a la periferia nororiental y visitar el Observatorio de Ulugbek.

























Emplazado en una colina y construido
en 1428 por el astrónomo cuya capacidad científica superaba ampliamente la política ya que con su gobierno comenzó la decadencia del imperio timúrida.






Instaló un sextante de 36 metros con una orientación tan exacta que no podría mejorarse hoy en día.
En 1437 determina la duración del año sidéreo con un error de 58 segundos y catalogó las coordenadas de más de 1000 estrellas que
tienen aún vigencia.



































                                                                       


El edificio tuvo originalmente cinco pisos
y sólo perduran las bases del mismo y un
tramo de las guías del sextante.

Un sello postal soviético
muestra lo que fue su diseño.


Un pequeño museo exhibe instrumentos
astronómicos de la época































y un friso circular con miniaturas y retratos de
científicos relacionados, Destaca el de Abu Ali Ibn Sina (980-1037), conocido en el mundo occidental con el nombre latinizado de Avicena, que dominó todas las ciencias de su época particularmente la medicina.













No muy lejos se encuentra el recinto arqueológico de Afrosiab, la primitiva Samarcanda, fundada
según la tradición durante los siglosVIII y VII a.C.

                                                 


Era conocida por
los griegos como Maracanda.









Las excavaciones en el lugar parecen hechas con poco rigor
científico y se dejan a la buenaventura.

Dentro del recinto está el Museo Afrosiab y muestra los hallazgos llevados a cabo en el mismo,
                                                                                                                                                      










que datan desde la época de la conquista de Alejandro Magno, hacia el 329 a.C., hasta la devastación de Gengis Khan en 1220.



Restos óseos
humanos 
con los cráneos
deformados,





cerámicas, los peones de ajedrez más antiguos de la historia,


 monedas, 
esculturas































y la joya de la colección alrededor de la cual se construyó el edificio: unos frescos del siglo VII que muestran al rey de Sogdiana Varjouman recibiendo a un grupo de dignatarios extranjeros entre elefantes, caballos y camellos.
 





                                              
 
Dentro de Afrosiab hay otra
construcción, el Mausoleo 
Khodia Daniyar  















con el sarcófago del profeta
Daniel de 18 metros de longitud
ya que según la leyenda su
cuerpo crece una pulgada por año.



 Regresamos al centro de la ciudad pero ya con la idea de relacionarnos con la gente y dejando de lado tanta arquitectura e historia. Sin duda el lugar indicado era el Mercado de Siab, bullicioso pero ordenado y limpio.







Cientos de vendedores, mayoritariamente mujeres, ofrecen infinidad de productos a viva voz pero sin martirizar los oídos.

Los uzbecos manifiestan en su cocina un aspecto distintivo y bien desarrollado de su cultura. A diferencia de sus vecinos nómadas están desde hace siglos sedentarizados cultivando granos y domesticando ganado lo que les permite disponer de productos variados y abundantes. Se suma los que aportaron las caravanas de la Ruta de la Seda en su trasiego milenario.

Lo primero que atrae la
atención es el pan.
Lo llaman non o patyr
Es redondo y plano con una 

depresión en el medio y bordes
más altos. Algunos, como estos,
están decorados con coloridas
confituras o detalles de la 
misma masa.











Hay variedades más sencillas en
las que se hacen incisiones o
pinchaduras antes de ser cocidos
en las paredes del horno tandoor
donde resaltan los detalles que
varían según la región.















                                                      
El pescado ha ido desapareciendo
de la dieta uzbeca.
Provenía históricamente
del Mar de Aral hoy casi seco
por la tozudez soviética de
cultivar algodón canalizando
los ríos Amu Daria y Sir Daria.
Se lo consume tradicionalmente
en la cena de los viernes.





Las proteínas las obtienen consumiendo preferentemente cordero y en menor medida oveja, vaca, caballo, camello y cabra.
     
Las dietas de verano e invierno difieren notablemente ya que
Uzbekistán es un país de
clima continental con gran
amplitud térmica.






Los uzbekos no son de sonrisa fácil pero su actitud y trato son muy hospitalarios.























Si hay algo que distingue a este
pueblo son los típicos gorros
cuadrados llamados tioupés.













Es prenda usada exclusivamente
por los hombres. Esta vendedora
procura llamar la atención para
atraer compradores.


































Dentro y fuera del mercado no faltan rostros expresivos.























































Este día, tercero y último, de visita a Samarcanda finalizó con una tempranera cena en una
choyhona, casa de té. Son lugares de reunión de la sociedad uzbeca apartados de las zonas con ajetreo, con patios sombreados donde se interactúa y fraterniza. Hay recintos con mesas bajas
y alfombras para los más conservadores.























Nuestra mesa exhibía un menú veraniego con frutas y verduras frescas. Mientras esperábamos la
shurpa, sopa tradicional con cordero y hortalizas, degustamos productos lácteos fermentados
infaltables en Asia central. Katyk, yogurt hecho de leche amarga y suzma, leche coagulada filtrada similar al requesón. Como platos fuertes evitamos el manti y el plov por haber sido la base de nuestro almuerzo y optamos por lagman, fideos con trozos de carne de vaca y cordero muy sazonado con cilantro y curry y shashlik unas brochetas de carne marinada en jugo de limón con cebolla que se ensarta en un pincho, intercalada con cebollas, tomates y pimientos que se asan a la parrilla.
Es la comida callejera al paso más usualmente consumida en Uzbekistán.

Dentro de un viaje que incluyó Siria, Jordania e Irán Samarcanda satisfizo ampliamente las espectativas mostrando sin reservas su patrimonio histórico y cultural en el marco de bonhomía y generosidad que regala el pueblo uzbeko.